<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d13911383\x26blogName\x3dEl+tiempo+perdido\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dSILVER\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://eltiempoperdido.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_AR\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://eltiempoperdido.blogspot.com/\x26vt\x3d8943224378076877276', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

viernes, julio 29, 2005

Bompiani

Tengo el diccionario Bompiani en mis manos; en realidad mis manos no pueden sostenerlo porque son veintetrés tomos pesados y gruesos que dificilmente entren en mi bilioteca.
La primera vez que tuve conocimiento de esta obra fue en una charla con un librero. Por algun motivo se me había ocurrido que un diccionario literario era indispensable en la biblioteca de cualquier aspirante a intelectualoide y se volvio una obsesión encontrar uno. El primer paso fue buscar el Diccionario Parnaso en las librerías porteñas. Despues de entrar a muchas y recibir negativas en todas un librero mencionó el Bompiani, lamentándose de la inexistencia de nuevas ediciones y de lo difícil que era encontrar uno usado en plaza. Meses mas tarde lo encontré en una librería de Córdoba, la docta, a $ 5000 inalcanzables. El estado del libro era aparentemente impecable e inalcanzable su costo. No incluía los cinco tomos de autores. Las facilidades de pago no fueron suficientes para mi y, a pesar de la insistencia del vendedor, no pude comprarlo.
Ya entrado el dosmilcinco, en abril, lo encontré en la librería El Aleph de la calle corrientes, la que nunca duerme. Eran doce tomos bastante baqueteados que al menos tendrían mi edad y tambien carecían del diccionario de autores. El precio era una bicoca en comparacion con el inalcanzable objeto del deseo que rondaba mi cabeza, pero no me convencía la antiguedad y, fundamentalmente, seguía siendo una pequea fortuna.
Pasaban los meses y la necesidad de comprar una obra importante de consulta parecía irrefrenable. Pasaba horas buscando enciclopedias britanicas en Mercadolibre con la esperanza de encontrar un dueño desesperado por deshacerse de una de ellas a algún valor ridículo. La búsqueda se convirtió en cacería, con metódicos accesos a los sitios de subastas. Una tarde se me ocurrió, sin esperanzas, escribir bompiani en la cajita de búsqueda y apareció; estado: nuevo, precio: inmejorable, extras: los cinco tomos con autores.
Un poco de negociación y un poco de esfuerzo económico lograron poner las miles de páginas en un estante de mi casa.
Ahora tengo un tomo arriba de mi mesa de luz.
Aca hay una descripción.

Leer más!

martes, julio 26, 2005

Lectura: La amante de Bolzano

La historia novelada de Giacomo Casanova. El recurso de la ficción histórica suele atrapar por ese deseo del conocimiento, el mismo deseo que vuelve best seller a las novelas de divulgación; El código Da Vinci es el mejor ejemplo. Sin embargo, despues de varios dias de transitar por las primeras páginas llegue al nudo de la historia y todavía no logro superarlo. No termino de querer al personaje, de odiarlo, de admirarlo o de que me provoque la menor curiosidad si va o no a quedarse con su amada.

Probablemente lo termine en esos recorridos de subterraneo que me sacan horas de vida.


Leer más!

miércoles, julio 06, 2005

Magdalena - Recuerdos del tiempo pasado.

Transcribo el fragmento mas famoso de En busca del tiempo perdido.


...
Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con
las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo.

Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en, mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí. El brebaje la despertó, pero no sabe cuál es y lo único que puede hacer es repetir indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese testimonio que no sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear. Se encuentra ante una cosa que todavía no existe y a la que ella sola puede dar realidad, y entrarla en el campo de su visión. Y otra vez me pregunto: ¿Cuál puede ser ese desconocido estado que no trae consigo ninguna prueba lógica, sino la evidencia de su felicidad, y de su realidad junto a la que se desvanecen todas las restantes realidades? Intento hacerlo aparecer de nuevo. Vuelvo con el pensamiento al instante en que tome la primera cucharada de té. Y me encuentro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más; que me traiga otra vez la sensación fugitiva. Y para que nada la estorbe en ese arranque con que va a probar captarla, aparta de mí todo obstáculo, toda idea extraña, y protejo mis oídos y mi atención contra los ruidos de la habitación vecina. Pero como siento que se me cansa el alma sin lograr nada, ahora la fuerzo, por el contrario, a esa distracción que antes le negaba, a pensar en otra cosa, a reponerse antes de la tentativa suprema. Y luego, por segunda vez, hago el vacío frente a ella, vuelvo a ponerla cara a cara con el sabor reciente del primer trago de té, y siento estremecerse en mí algo que se agita, que quiere elevarse; algo que acaba de perder ancla a una gran profundidad, no sé qué, pero que va ascendiendo lentamente; percibo la resistencia y oigo el rumor de las distancias que va atravesando.
Indudablemente, lo que así palpita dentro de mi ser será la imagen y el recuerdo visual que, enlazado al sabor aquel, intenta seguirlo hasta llegar a mí. Pero lucha muy lejos, y muy confusamente; apenas si distingo el reflejo neutro en que se confunde el inaprensible torbellino de los colores que se agitan; pero no puedo discernir la forma, y pedirle, como a único intérprete posible, que me traduzca el testimonio de su contemporáneo, de su inseparable compañero el sabor, y que me enseñe de qué circunstancia particular y de qué época del pasado se trata.
¿Llegará hasta la superficie de mi conciencia clara ese recuerdo, ese instante antiguo que la atracción de un instante idéntico ha ido a solicitar tan lejos, a conmover y alzar en el fondo
de mi ser? No sé. Ya no siento nada, se ha parado, quizá desciende otra vez, quién sabe si tornará a subir desde lo hondo de su noche. Hay que volver a empezar una y diez veces, hay que
inclinarse en su busca. Y a cada vez esa cobardía que nos aparta de todo trabajo dificultoso y de toda obra importante, me aconseja que deje eso y que me beba el té pensando sencillamente en mis preocupaciones de hoy y en mis deseos de mañana, que se dejan rumiar sin esfuerzo.
Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tilo, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa), cuando iba a darle los buenos días a su cuarto. Ver la magdalena no me había recordado nada, antes de que la probara; quizá porque, como había visto muchas, sin comerlas, en las pastelerías, su imagen se había separado de aquellos días de Combray para enlazarse a otros más recientes; ¡quizá porque de esos recuerdos por tanto tiempo abandonados fuera de la memoria no sobrevive nada y todo se va desagregando!; las formas externas también aquella tan grasamente sensual de la concha, con sus dobleces severos y devotos, adormecidas o anuladas, habían perdido la fuerza de expansión que las empujaba hasta la conciencia. Pero cuando nada subsiste ya de un pasado antiguo, cuando han muerto los seres y se han derrumbado las cosas, solos, más frágiles, más vivos, más inmateriales, más, persistentes y más fieles que nunca, el olor y el sabor perduran mucho más, y recuerdan, y aguardan, y esperan, sobre las ruinas de todo, y soportan sin doblegarse en su impalpable gotita el edificio enorme del recuerdo.
En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tilo que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar porqué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina, y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando había buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi
taza de té.
...


Leer más!

martes, julio 05, 2005

Alguien me lee?

Nunca se si escribo para mi o si algún alma, cada tanto, mira mis ejercicios.
Por favor pongan algún comentario para alegrarme la semana!

Leer más!

Puan, puán

Letras, UBA
El ciclo básico es el de cualquier carrera humanística. Lamentablemente es inevitable y hay que superar el escollo con decoro y resignación.
El principio del ciclo de grado no me despierta fantasías pero no creo que me muera por estudiar Teoría y Análisis Literario, Gramática y Linguística. Un poco mas adelante todo mejora: Literatura Argentina, Literatura Latinoamericana, Literatura Española y una literatura extranjera a elegir entre Alemana, Inglesa (!), Italiana, Francesa (!!), Brasileña y portuguesa o Norteamericana. Finalmente y porque no todas son rosas hay que elegir dos entre lengua y literatura Latina o Griega; I y II en ambas.
Las orientaciones son la frutilla del postre. Letras Clásicas, Letras modernas y lingüistica, Lingüistica (no y no!).
mi apuesta es letras clásicas, sobre todo por papirología, que me emociona de solo pronunciarla.

Leer más!

Jacques el fatalista


Libro extraño, corto y facil de leer. Sin embargo tarde muchisimas horas en terminarlo. La historia en realidad es un hilo de historias, una especie de Canterbury francés.
Es muy marcada, desde el título hasta el final, la alusión al existencialismo y Spinoza es muy nombrado. Esta noche busco en la biblioteca los libros que alguna vez compré y jamas hojee de Don Baruch.

Leer más!

lunes, julio 04, 2005

Cine: Batman begins

Me acuerdo cuando vi la primer Batman, tenia 13 años y estaba fascinado por Beetlejuice. Burton no solo no me defraudó sino que me dejo asombrado. La ambientación, la obscuridad, Batman neurótico y humano, Ciudad Gótica gótica.

Ahora se reinicia la saga y Batman es un poco menos humano que Keaton pero el entorno es definitivamente mucho mas realista. El mensaje es: algunos millones, venganza y mucha determinación pueden hacer un batman ya mismo. El factor fantástico ya no existe, todo es posible y somos arengados a tomar la justicia por nuestras manos, siempre en el filo de la corrección política.

La película se divide en dos partes y nos arman un perfil psicologico y fisico del heroe-antiheroe.

Las actuaciones son muy correctas, Bale hace un excelente encapuchado. Freeman es el científico loco ideal y Michael Caine nació para ser mayordomo, papel que tambien hubiera sido excelente para Anthony Hopkins. Katie Holmes, en cambio, no solo no parece ser una fiscal sino que tampoco parece una mina demasiado interesante.

El final queda abierto para más venganzas de el caballero obscuro.


Leer más!

viernes, julio 01, 2005

Lectura: En busca del tiempo perdido V - La prisionera

Cada vez mas autobiográfico, cada vez mas terrible. Las páginas son eternas pero no por el tedio sino por la carga emocional. Las mas lindas dan ganas de ser paladeadas una y otra vez. Las mas duras admiten una segunda lectura tranquila, apoyándose en anotaciones al margen y miradas en la memoria.
Como la magdalena, disparan recuerdos vívidos vividos.

Leer más!

Tarde a la noche

¿Que seria hacer algo trascendente a esta altura de mi vida?
Escribir un libro o plantar un árbol son opciones demasiado clásicas. Estudiar letras es una alternativa?
Estudiar letras es una alternativa.

El programa es lo mas parecido a mi sueño de carrera; parece una lista de cosas para leer pero, a diferencia del caótico orden que le dan las compras de libros usados a mi hilo de lectura, con un fin determinado. Y por primera vez parece ser un placer y no una imposición.

Lo pienso un rato y doy vueltas y vueltas. Voy a seguir dando vueltas en la cama.


Leer más!